Por eso mientras me quedo contigo te comparto, porque sé que el mundo necesita verte, conocerte y casi olerte, si es que las margaritas de hilo tienen aromas campestres cuando inspiras hondo y cierras los ojos. Me quedo contigo y tú conmigo, de momento, sin decir ni un adiós ni un hasta siempre y tampoco un ‘mañana te veo’, porque me giro y estás ahí. Noto tu presencia y sé que sería aún más dura percibir tu ausencia, que es lo que debería ser y no es.
Pero me quedo contigo, aunque no pueda, porque este año parece ser pronto para que te aparten de mí. Así tenemos más tiempo para desacostumbrarnos el uno del otro. Además, todavía te queda coger la forma de la percha, esa en la que cuelgas para hacerte a la idea de lo que es vivir en un armario feriante. Pero no en uno cualquiera, sino en el tuyo. En ese que te espera y va haciendo hueco para cuando estés, el mejor, en base al recibimiento que bien mereces. Porque habrá quien me robe frase y pensamiento y diga lo mismo que yo te digo a ti cada día: ‘Me quedo contigo’.
Esta es la diatriba de quereres en la que se encuentra este año Inma Castrejón con la colección que ha imaginado para sus flamencas del 2020, en la que su puñado de caprichos hilados con sentido, y en el estilo que la definen, han quedado, de momento, a la espera de vestir talles que harán inolvidables y únicos esos paseos por el albero.
Para mostrarnos sus antojos de volantes, que no son, precisamente, de los que buscan siluetas clásicas, sino esas otras más bien osadas a las que les gusta salir de la norma con esa particularidad que sólo es capaz de aportar lo diferente, escogió la Pasarela Flamenca Jerez a la que no descarta volver.
Así, entre los aromas de la fruta de la vid y los que se desprenden del artesonado de madera, impregnado de los vinos de lo que fue una antigua bodega, se pasearon, por vez primera, sus trajes de flamenca, para ser aquí, y en ninguna otra, donde presentara Inma Castrejón su colección de moda flamenca ‘Me quedo contigo’. Nombre que atiende a ese deseo verbalizado que la diseñadora no puede evitar enunciar al ver cada una de sus creaciones.
Ha sido una colección pequeñita, no llegando a la veintena, en la que la pretensión de los tonos pastel dejó paso a sus colores de siempre, intensos y cargados de fuerza, como son el rojo, el amarillo, el negro y, por supuesto, uno de sus favoritos, el buganvilla.
Sin faltar sus encajes y sedas, para dibujar ese estilo lencero del que hace buen uso, se ayuda de brocados y otros recursos a priori no flamencos, para reforzar el resultado final que busca siempre en sus trajes de flamencas. Haciendo que sus diseños, más enfocados a la noche y momentos especiales, incluyan pasamanerías y brocados poco habituales entre lunares y volantes.
Y que, en sus creaciones, las de esta nueva colección, acompañan con naturalidad a sus escotes corazón y sus siluetas de volúmenes comedidos de talles bajos bien encajados que dibujan a esa mujer de talante sofisticado, elegante y exclusivo que gusta de mirar a su alrededor y no sólo no encontrar nada igual, sino también nada que se le parezca.
Como este rojo de lunares blancos y negros que no se colocan cada uno en su sitio, sino juntos y superpuestos, porque hasta en el moteado su preferencia difiere de lo acostumbrado. Las mangas las abullona, que para eso son tendencia, pero las hace, cortas, no ochenteras, como si de un farolillo casetero se tratase. El escote se redondea en corazón y se realza con borlones, que se repiten muy abajo, al comienzo de la amalgama de volantes menudos que dejan asomar el bajo de las enaguas.
Escotes corazón de Inma Castrejón que se repiten a lo largo de sus diseños, entrando con plenitud en esos cargados de lujo, en el que el patronaje no hace más que potenciar la riqueza de un tejido en el que la geometría, los pailletes y la semitransparencia lo son todo. Aquí las mangas no tienen volumen, más bien se transforman en guantes de los que tapan hasta la palma de la mano. Y es que en este diseño se recrea la exquisitez, contrastando el binomio clásico de blanco envejecido y negro, en el que la representación de vuelo se reduce al mínimo, haciendo uso de un tableado que se coloca sobre el corte en evasé para una creación a la que le casa una alfombra roja sin dejar de ser flamenca.
En otros trajes de flamenca, la supremacía de lo clásico se apodera de sus bocetos, dibujando siluetas seseantes en rojo de escotes en uve con volantes de caída dulce bien colocados. Las mangas largas se rematan también con volante, siendo aquí donde su imaginación se desborda, multiplicando el volumen de las enaguas en puños y acortando el bajo del traje para que se luzcan también en el largo, pero de otra manera. Porque a estas enaguas rematadas con carruchas se le superponen vuelos de pétalos en tul con brillo, incorporando con elegancia aquello que casi nunca se ve.
En el tono tendencia de la temporada también ha imaginado volantes, pero éstos en cascada desde las caderas, zigzagueando hasta el suelo donde se ven frenados por esos vuelos interiores en negro. Por otro lado, las mangas se tornan ablusadas y los encajes se disponen en vertical para un escote a la espalda colocado también de igual manera conformando así una línea suave de flamenca delicada.
De esta manera, aunque la preferencia de Inma Castrejón para sus volantes es la noche, también se deja conquistar por el día, con trajes de flamenca algo más sencillos en cuanto a exorno, pero no en lo referente al corte. Pues su especial manera de vestir flamencas nunca le permitiría esbozar el minimalismo absoluto. Huye de lo básico para zambullirse en lo complicado, medio en el que, realmente, se encuentra cómoda. Además, necesita de ese aspecto creativo que le exige aportar detalles en sus diseños, por mínimos que sean, para añadirles singularidades que le ayudan a definir su estilo. Un estilo con un alto componente de diseño que le permite idear una moda flamenca diferente, ésa que es tan necesaria para la renovación de un sector que evoluciona con las tendencias en moda