En la era en la que todo se confirma con certificados, títulos y demás papeles que acreditan lo que sabes, no lo que has aprendido, se agradece que aparezcan diseñadores como Agus Dorado que no presume tanto de formación reglada como de la sapiencia cotidiana del costureo, adquirida por aquello de verlo y respirarlo desde pequeño. Esa es la suerte de algunos como él que se crían rodeado de oficio.
La elección de nuestra profesión suele basarse en una o varias razones. Unas con más peso y otras con menos. A veces es lo único que tienes a mano, no te queda otra, otras la tradición familiar pesa, lo cual condiciona las preferencias, y mi favorita, sobre todo si no tienes apoyo, por lo que se erige como de las más rebeldes, se fundamenta en la vocación, pero la que conlleva habilidad innata, no recibida. Esa capacidad de la que se habla en Microeconomía, calificando a estos individuos de afortunados porque conseguirán ingresos gracias a desarrollar un talento con el que nacen, lo cual también les propicia un período de aprendizaje menor, por lo que el coste para conseguir sus objetivos se reduce drásticamente, vislumbrándose antes los beneficios.
Dejando a un lado este tecnicismo económico, pero sin perderlo de vista, estos dos párrafos previos bien definen a Agus Dorado, aunque no al completo. Tuvo la gracia concedida de venir al mundo con ciertas capacidades y aptitudes para esto del costureo, aunque al principio le sedujeran otras artes y tardara un poco en darse cuenta. Cuando te relata su trayectoria, cuenta con orgullo cómo ha aprendido a manejar aguja e hilo bajo las indicaciones de su abuela. Que no es más que lo que ya le ocurriera, y ocurre, a grandes modistos como Cristóbal Balenciaga y Calvin Klein, por nombraros un par de ellos. Y esto sucede bastante a menudo, en este sector y en otros. Por eso, cuando estos diseñadores acuden a centros formativos, su objetivo, en cuanto a la formación que reciben, suele ser buscar la perfección de lo que ya dominan.
Por tanto, a Agus Dorado no le puedo tratar de aguja emergente, aunque a ojos de todos lo sea porque se está dando a conocer ahora, como quien dice. Y tampoco se le puede considerar en sus comienzos a alguien que lleva ya cierto tiempo diseñando, patronando, cortando y cosiendo. Así que te invito a descubrirlo aquí, ahora, en este artículo, a conocer más y mejor al diseñador Agus Dorado y a no perderle de vista, porque tiene mucho que aportar.
Vestido de flamenca rojo y verde de Agus Dorado
En una dualidad clásica flamenca me ví vestida el martes de esta nueva Feria de Abril, añadiendo un tercer color en el juego que, a primera vista parecería imposible combinar, pero que resultó perfecto. Y que conjuntaba con la misma maestría que demostró Ópalo Negro con las flores que escogió para mí, pues su destreza para conseguir igualar tonos con tejidos distintos al traje es una capacidad que muy pocas poseen. En la imagen pueden parecer diferentes, pero os aseguro que en mano los tonos igualaban.
Este traje de flamenca de dos piezas es de espalda descubierta y es allí donde se hallan los únicos lunares que tiene. Son unos 3 ó 4 botones forrados en contraste, que ajustan a la cintura las solapas que bordean el espacio abierto. Las mangas se alargan hasta las muñecas para abrirse en dos series de volantes, igual que lo harían los pétalos de una flor que despierta en primavera. Y todo ambientado en verde… ¡¡Simplemente bello!!
Para la falda se reserva el rojo, en un tono tan difícil como bonito, pues se resistía a hacerse fotos. ¡¡No había manera de captar la intensidad de este rojo aterciopelado!! Pero bueno, se dejó conquistar.
Ajusta en el talle hasta las caderas, a partir de ahí se abría en evasé hasta el albero feriante, acogiendo un sólo volante al hilo, cuyo fruncido se alzaba por enaguas en verde, rematadas con madroños al tono, que aupaban el vuelo y ensalzaban la silueta sirena.
Decorándola, y para no despistarnos de la inspiración que ha engendrado este traje de flamenca y el resto de la colección, con hojas de parra y bolas de hilos de seda como gajos de uvas flamencas que imaginó Benjamín Bulnes para los diseños de Agus Dorado.
En la misma sintonía, Marta Sanjosé ha imaginado aretes de plato y peinecillos, que multiplicaban el glamour que desprendían los tejidos patronados y cosidos a lo flamenco por Agus Dorado. Sobre metal dorado ideó racimos de uvas en granate, prendidos de cristal facetado en verde esmeralda que se rodeaba por otros en blancos, simulando las hojas de parra. Los encajitos y ristras en oro y rojo completaban este juego, ideado en exclusiva para este estilismo flamenco.
Al que no podía faltarle el saber hacer de Verónica Carrión, que supo suavizar la fuerza e intensidad de tonos de estos volantes con un maquillaje inspirado en esta clásica dualidad flamenca, aumentando la presencia de los ojos sobre los labios, que tampoco pasaban desapercibidos. En cuanto al peinado, se optó por un recogido bajo, muy usado para novias, que reposaba sobre la nuca, dado que la espalda podía contemplarse al completo y resultaba perfecto. Así que fue fácil elegir dónde colocar las flores flamencas, justo una al lado de la otra en el comienzo del arreglo del cabello.
Y todo conseguía endulzar esa sensación que transmiten sus costuras flamencas. Pues, vestirse de Agus Dorado es enfundarse en un glamour sencillo de elegancia comedida, pero bien colocada, en la que la atemporalidad invade cada puntada que da este diseñador no emergente, sino poco conocido. Su ajuste a la silueta y su manera de crear en flamenca, no sólo te embellece sino que acentúa lo mejor de tí. Te sientes bonita. Por eso, gracias por permitirme encajarme en uno de tus diseños de tu colección, para este 2017, ‘Las vendimiadoras’. Fue un placer lucir tu traje de flamenca rojo, verde y granate por la Feria de Abril este año.
Gracias también a Ópalo Negro, que me salvó el estilismo a pesar del poco tiempo de preaviso. ¡¡Sin tí el resultado no habría sido excelente!! A Marta Sanjosé, por aunar todo un traje de flamenca en peinecillos y pendientes, consiguiendo incluso que la temática inundara las piezas flamencas con elegancia y coquetería. Muy coqueto el detalle de los gajos de uvas justo en el tercer tono, en ese que parece que no está pero está y que encaja pues es el color del vino.
Y, por último, especial agradecimiento a Verónica Carrión que sin ver ni el traje de flamenca ni los complementos, sólo contándole cómo son y los tonos, me peinó y maquilló acorde a lo que llevaría puesto. Acertando, como siempre, y elevando el atractivo del estilismo. ¡¡Es un placer ponerme en tus manos!!