Las diferentes etapas de este color a lo largo de la Historia le han colocado en los extremos, pasando de ser denostado y repudiado a amado y exclusivo. Estos vaivenes los ha sufrido un par de veces a lo largo de los siglos con dos hitos importantes, encabezados por Felipe II y Coco Chanel. Para el primero, nos remontamos al descubrimiento del Nuevo Mundo. Teniendo como premisa que Carlos I ya lo incluyera como uno de los colores de la corte. Hasta entonces, el negro se relacionaba con la muerte, lo demoníaco y tenebroso. Significados que se ven eclipsados a partir del XVI gracias, como te contaba, a Carlos I y Felipe II.
Carlos I trae la costumbre del vestir y Felipe II la viraliza gracias a una decisión comercial. A este rey le traen de las Américas dos seres vivos como regalo. Uno, la cochinilla, de la que se obtiene el tinte rojo y que cede a la Iglesia. Otro, el Palo de Campeche, árbol del que consigue el negro llamado ala de cuervo con un gran poder de fijación, cosa imposible hasta ese momento. Se llegaba a duras penas a un negro parduzco tras procesos complicados y costosos, por lo que estaba al alcance de unos pocos. Con Felipe II, el negro ala de cuervo simbolizará lujo y poder y extenderá su uso a otras cortes. Nace así el ‘Vestir a la Española’.
Gracias a esto, el máximo exponente del Imperio donde nunca se pone el Sol, consigue que el resto de reyes y reinas de Europa le imiten, al igual que la nobleza y otros sectores sociales con cierto poder adquisitivo. Este estilo, Vestir a la Española, dominaría Europa hasta el siglo XVII, en el que la colorida moda francesa de Versalles arrasaría con el negro intenso español.
Para entonces, el negro cae en picado, dejando su uso en ciertos oficios, como jueces y académicos, además del luto. Por lo que no pierde las acepciones de distinción social y poder intelectual, pero sí la exclusividad debido a que aparecen los tintes artificiales a finales del XIX. Son los responsables que el negro se popularice y llegue a vestirse por comerciantes y servicio doméstico. Pierde así esa elegancia de antaño y desaparece de los armarios de las señoras de la alta sociedad.
Pero llega Coco Chanel, con quien el negro resurge a principios del XX y lo hace con la elegancia y distinción del vestir a la española. Puede que su inspiración tenga su origen en su amistad con el pintor Picasso, puede. El caso es que emplea el negro de igual manera que en el protocolo de vestir a la española, añadiendo cuellos y puños blancos a sus vestidos negros, tal y como se añadían puños de encaje y lechuguillas blancas al vestido negro en la moda que instaurase Felipe II.
Por lo que, permíteme decir, Coco Chanel no inventó nada. Nada. Lo único que hizo fue actualizar al XX la tendencia de vestir a la española del XVI. Así, tal y como le ocurriera a Felipe II, fue todo un éxito empresarial que se ha convertido en símbolo de la firma y al que se ha bautizado con nombre propio, cambiando ese ‘Vestir a la Española’ por el de ‘Petite robe noir’ o LBD (siglas que en inglés significan pequeño vestido negro: Little Black Dress).
De hecho, comenzaba su paso por Emprende Lunares con una prenda de armario básica. La chaqueta. Se inspira en ella para crear un diseño donde la solapa se cruza, los botones se forran para emular lunares, y las mangas adquieren ese tamaño jamón en su versión más delicada y reducida. Elementos que actúan como meros transmisores del conocimiento en moda e influencia de ésta que alberga el diseñador y que ‘bien aplica’ en su colección.
Pero no sólo elementos clásicos de moda entran en juego en sus diseños. Los propios de la flamenca también se manejan con destreza bajo el dominio de su aguja. Para el canastero con vuelo generoso en cintura, crea un escote de infarto que desemboca, precisamente, en ella, y haciendo lo propio para la espalda en ese ejercicio de sofisticación que caracteriza a toda la colección.
Este gesto de integrar la piel como dúo tonal en el estilismo lo hace de dos maneras: escotes y transparencias. No hay duda que es así dada la generosidad de sus escotes, que incluso adoptan en su versión infinita forma de triángulo isósceles. En este diseño acompaña y realza sus canasteras maneras, diría yo que sencillas y exquisitas. En otros, lo perfila con un enroscado de volantes mini, dando ese aspecto de plumas sin serlo.
Aunque también emplea otros escotes influenciados por las tendencias, como el tipo ojal a modo cut out, que se prodiga en mangas y libera a los hombros del tejido en tono nocturno.
En cuanto a las transparencias, lo reserva para las mangas en talla larga, que parecen también subirse al carro del hilo conductor de esta colección, junto al ya nombrado negro para vestido y al rojo para claveles.
Del recurso translúcido nos deja otras visiones textiles a las que da forma de la manera más singular y poco habitual en flamenca. Como pueden ser franjas horizontales y alternando con el negro para el vuelo de falda, en un clásico setentero de manga corta y sencilla y escote vertical en forma de lágrima contenida.
Este efecto también lo consigue con el plumeti, permitiendo que exponga costados y brazos con sendas mangas corsario. Y todo para un vestido en el que el tejido se estrecha hasta toparse con la flexión en piernas, donde se dan inicio un par de volantes al hilo con vuelo cuidado y sin exceso.
De hecho, cada uno de sus vestidos de vuelos al aire es una demostración constante de aunar tejido y diseño en perfecto equilibrio. Sólo así se obtienen resultados como los que ves, en los que el traje de flamenca hace honor a su cometido: dibujando silueta seseante de vuelo caprichoso y coqueto, con asimetría en mangas para ese ya acostumbrado y recurrente en flamenca, acopio de volantes apretujados en farolillo.
Para cerrar su colección, en su primer desfile en la pasarela en Emprende Lunares, ya que posteriormente la llevaría también a Huelva Flamenca, Manuel Colmenero optaba por una silueta que hace ya unas cuantas temporadas no veía. Se trata de un cuerpo ablusado y sin mangas, salvo ese exorno volanteado que acoge. Con sólo dos maxis volantes al aire muy particulares por su especial disposición. El primero nace en cintura y en el segundo donde el primero muere. Así, estéticamente, se contempla un diseño donde el clavel se riza en dos alturas o, mejor dicho, donde un par de claveles conquistan el talle.
Manuel Colmenero irrumpe esta temporada con sus propuestas flamencas a la española, como ya hiciera Coco Chanel hace un siglo. Pues, al igual que ella devolvió a la moda lo que era de ésta por derecho, reconquistado lo ya conquistado por la tendencia ‘Vestir a la Española’, Manuel Colmenero hace lo propio y se encarga de emular la gesta en moda flamenca. Así, deja al negro en el lugar que le corresponde en la moda flamenca, otorgándole esa distinción de elegancia y lujo para expresar el poderío flamenco que todo volante tiene.