Porque había ganas de pasear flamencas egoístas, una mañana de sol se convierte en la excusa perfecta para hacerlo. Quizás la verdadera razón sea esa ansiedad incombustible que se segrega, en algunas caprichosas de primavera feriante, llegada cierta fecha y tras la primera visión del año en cuanto a traje de flamenca se refiere, sea en el lugar que sea, llámense escaparates, desfiles, fotos en redes sociales o cualquiera de nuestra colección privada y demás. Dicen que el efecto es inmediato.
El problema está cuando la dosis se multiplica, o lo que es lo mismo, que no hay quien nos harte de lunares y volantes, ya que no nos empachamos ni queriendo, por lo que se pasa a un estado febril que sólo tiene cura cuando te enfundas en el primer talle de volantes, sobre todo si son de encaje con puntito vintage al estilo que marca Taller de Diseño. Pues eso del flamenqueo es como el enamoramiento eterno, que no affaire, pues no hay quien te lo quite mientras dure, ya que la indumentaria flamenquil sólo calma los síntomas hasta la próxima primavera. Cosas del egoísmo flamenco…
Sea como fuere, Rocío, María y yo… ¡¡Sí, yo!! Aunque a mí eso de posar sigue sin correrme por las venas, algunas veces me meto en estos líos. Lucimos el viernes pasado, con algo más de fresquito de lo que nos habría gustado, un total de 6 vestidos del tipo de flamenca egoísta que han diseñado este año Taller de Diseño, de los cuales 5 se presentan en exclusiva en este blog.
Pues eso, que a medias convencida del postureo fotográfico, porque mi sentido del rídiculo se torna demasiado palpable ante el objetivo captura momentos de los que te hacen pensar ‘Virgencita, qué me quede como estoy’, allá que me lancé sin frenos y sin manos, casi tapándome los ojos, pues la tentación de saber qué se siente como flamenca de principios del XX era demasiado poderosa como para que mi respuesta fuera de monosílabo negativo. Y si, además, hubiera sabido con anterioridad sólo un poquito sobre el desarrollo de la sesión de maquillaje en Dermochic… ¡¡Ufff!! ¡¡¡Vamos, todavía más rápido asiento!!! Que lo de maquillarse tumbada es necesario ejercerlo más a menudo. ¡¡Qué gusto se le coge, sobre todo en manos de Irene Muñoz!!
Para una sesión de fotos como ésta Sevilla está plagada de rincones coquetos: una puerta antigüa con remaches en hierro forjado, una calle asfaltada con adoquines o una azotea de palacio con vistas a La Giralda son, en resumen, entornos escogidos para unas cuantas de fotos que José María Soriano fue tomando sin una planificación ordenada pero con sentido, pues, valga la redundancia, la abundancia de recovecos perfectos no la hace necesaria.
El paseo fotográfico se produjo tomando como punto de partida al santuario de la moda flamenca con gusto coqueto, de ése que se derrochaba a principios del XX en el que, tras una época victoriana de corsés ajustados y volúmenes tipo reloj de arena, triunfan tejidos como la seda o el tul, sin dejar de lado bordados y encajes de fines del XIX, tal y como les gusta usar a Taller de Diseño en sus trajes de flamenca, pero adaptándolos a lo nuestro, donde el dibujo con hilos en relieve forman rosas y claveles de mantones antigüos, los encajes son restos descatalogadas, difíciles de hallar, y los piquillos se escogen de margaritas o cualquier otro detalle que se salga de lo común.
Así, desde Taller de Diseño en la calle Luchana se fueron sucediendo las paradas para tomar instantáneas aquí y allí, por calles como Manuel Rojas Marcos y Argote de Molina, tomando prestadas por el camino sillas de enea en Foronda para desembocar en el Hotel Palacio Pinello, donde nos adueñamos, por unos minutos, de espacios en estancias comunes como balconadas, sillones y azoteas con vistas a La Giralda.
Como a veces me pasa, se amontonan los momentos en mi cabeza y mis dedos responden más al ímpetu de escritura que al raciocinio en el orden a seguir. Por lo que permitidme un inciso temporal sobre los previos al shooting. Tras la sesión de maquillaje en Dermochic, en manos de Irene Muñoz, adaptada a las facciones de cada una para resaltar nuestros rasgos, el punto de encuentro era en Taller de Diseño como no podía ser de otra manera. Eso sí, sin prisas, que aunque la luz era perfecta, el fresquete nos retenía en la tienda. Así que tuvimos tiempo para acicalarnos y para eso de yo te pongo una horquilla aquí y tú a mí me colocas el broche para el mantoncillo allá.
Tras elegir vestidos a capricho de cada una, lo cual se agradece, y completar estilismos, la salida era inevitable y el reparo en irrumpir en la calle con volantes cuando todavía, por fechas, no toca, se aminoraba gracias a la compañía de José María Soriano, portador de la cámara de fotos que hacía fácilmente comprensible que no nos habíamos adelantado un mes.
Las anécdotas, como suele ocurrir en estas ocasiones, no faltaron, y en esta vez la causó el emplazamiento de Taller de Diseño. Su localización tiene encanto, pues cuando te topas con ella sin saber que existe se convierte en un descubrimiento de esos que dejan buen sabor de boca y que casi prefieres mantener en secreto, o descubrirlo para alguna buena amiga y que así ella sienta algo como ‘mira lo que hago por tí, que te llevo a un lugar que sin mí no encontrarías’.
Pues bien, a pesar de no estar tan a la vista como otros templos flamencos, forma parte de ciertas rutas turísticas, ésas que te organizas por tu cuenta cuando el guía te da un par de horas de libertad. Así que pasó lo que tenía que pasar: fotos con visitantes temporales de habla inglesa e italiana que rondaban en esos momentos la tienda. Quizás he de entonar aquello de ‘mea culpa’ pues, una vez preparada, me dió por asomarme a la puerta mientras publicaba en las redes sociales algunas de las fotos capturadas con el móvil y de repente un ‘Oh My God!!’ me hace levantar la vista de los píxeles, a lo que le sigue petición de foto, todo en inglés, claro. Vamos, que ‘les vino Dios a ver’ cuándo se vieron que sin ser Feria de Abril se llevarían como estampa para el recuerdo un par de fotos con un ramillete de volantes. Os dejo el momento foto.
Tras este divertido comienzo y la correspondiente despedida, un María de la O, un evasé de talle alto y otro de talle bajo acompasaron los pasos del paseo flamenco sin faltarnos esa cierta arrogancia que regala el verte bonita vestida de flamenca, pues para eso es uno de los trajes que más favorecen a la mujer que se quiere sentir bella, ser egoísta mientras lo vista y mirarse cada dos por tres a un espejo hasta gastarlo para deleitarse.
Los mantoncillos que se combinan en cada uno de los estilismos flamencos son realizados a propósito para cada traje, donde el flecado a mano remata unas piezas únicas no sólo porque se realizan una a una sino porque en ocasiones no tienen más existencias de ese tejido o encaje que lo conforman. Debo apostillar que si el creado para el traje no es de tu agrado, no debes angustiarte, tienes muchos más, tantos como imagines, que podrás combinar gracias al mix & match de sus volantes; y si no lo encuentras, te lo hacen.
Para esta sesión de fotos se han usado complementos que desfilaron este año en We Love Flamenco, como los pendientes en forma de lágrima o los de fondo de pétalos que se confunden con las flores al pelo que portaba María.
Los peinecillos son de lo más variado. Desde anchos con detalles menudos en flores y pequeñas piezas facetadas, hasta más estrechitos con barras de hilo satinado, mezclados con peinas antigüas grandes y pequeñas de carey que suelen usar en Taller de Diseño para ocasiones como ésta.
Los detalles ya se sabe que en ellas se cuentan por docenas. Dudo que dueñas de sus trajes de las que hace años que albergan alguno en su armario, sepan con certeza, a día de hoy, cuántos volantes tiene su vestido de flamenca. En la imagen visto uno en tono lila de base para la batista perforada, que se conjuga con volantes a su antojo desde un talle bajo.
Los lunares, quien las conoce, ya se sabe que se cuentan pocos entre sus diseños, pero este sencillo canastero a lo María de la O, rompe su monotonía en las mangas, donde los volantes se muerden para que asome un segundo de estampado floral.
O al revés como el que luce Rocío en tonos turquesa, en el que las flores en lino tapan en parte a lunares rosas sobre fucsia en seda, sin obviar el blanco dulce con el vuelo en mangas de flores recortadas, que podrán hacer las veces de remates de vuelo en tiras bordás, pero se quedan muy lejos de ellas por el protagonismo que adquieren y el tamaño para el traje que lleva en la primera parte de la sesión de fotos.
Sólo me queda añadir una cosa más, por si no se advierten en las imágenes. Los trajes de Taller de Diseño no pesan, olvídate del cordoncillo marcado en la clavícula, de tirar del vuelo para separarlo de las piernas porque te incomoda o de volverte loca buscando el bolsillito de la enagüa. Tus preocupaciones pasarán a ser otras como: ¿llevo bien colocado el mantocillo?, ¿traigo tiritas por si me hace daño el zapato?, ¿me cambio la flor al otro lado?, …
Por cierto, cuando les visites llévate sólo los zapatos que tengas pensado ponerte, porque será lo único que no puedas encontrar en su tienda. Traje de flamenca, mantoncillo, pendientes, broches, flores y peinecillos se crean en su taller al gusto tuyo para que te encargues de darles vida.
Para este reportaje se ha contado con la colaboración de Dermochic, quienes te maquillan y enseñan cómo hacerlo en sus cursos de automaquillaje (infórmate en su página de Facebook), María y Rocío, modelos de excepción para esta sesión de fotos, José María Soriano, quien nos ha mirado a través de su objetivo para este reportaje, sin olvidar a Foronda y Hotel Palacio Pinello, a los que les agradecemos las facilidades y amabilidad con la que nos trataron para que consiguiéramos imágenes como las que se ven entre las líneas de este texto. ¡¡¡Gracias a todos!!!
Fotos para este post de José María Soriano y Con Acento Artesano.