Inspirarse en una tribu urbana, Mods, y en un icono, Twiggy, de los años 60 provocan elementos renovados, como las mangas ranglan con volumen ideada por Rocío Ballesteros en su nueva colección: Biba
Biba no es una colección más de moda, es algo más. Es una seña de identidad propia que surge como extensión de las preferencias personales influenciadas por otro estilo, el mod, y que viene a definir la idiosincracia con la que puntea la aguja de Rocío Ballesteros. Constituye, pues, esta colección, toda una apertura de la firma y declaración de intenciones en cuanto a línea creativa.
Es más, que la inspiración le haya venido, en esta ocasión, de Twiggy y de la corriente mod no una es casualidad. Ambos componentes siempre han estado presentes en sus diseños, a sabiendas o no de ello, lo cual no importa. El caso es que ahora ha tocado ponerles nombre, identificarlos y dejarles que se extiendan aún más entre sus creaciones. Que se apropien un poco de la elegancia y candidez que caracteriza a la firma.
Pero para entender mejor todo lo que ha creado para esta temporada hay que ponerse un poco al día de quién es Twiggy y qué es un mod. En cuanto a ‘ramita’, que es lo que significa Twiggy, es un apelativo que cariñoso con el que Justin de Villeneuve se dirigió a Lesley Hornby para pedirle que dejara de morderse las uñas durante la visita que hicieron a Barry Lategan en su estudio de Londres, quien quedó sorprendido por el apelativo y aconsejó que, de hacerse profesional, adoptara ese nombre. Así le llamaban desde pequeña por su delgadez, que unido a su elegancia innata y su físico andrógino, que habría encantado a diseñadores como Palomo Spain, la llevó a ser quién es: un icono de la moda y de la época.

A Twiggy se la tildó como el rostro del 66, con sus cortes de pelo a lo garçón y sus pestañas pintadas en la cara, idea que el señor Villeneuve cogió de las muñecas de sus hermanas y que la acompañó siempre en su carrera como modelo. Fue portada de Vogue en varias ocasiones y un ideal de moda entonces y ahora, pues sigue siendo fuente de inspiración en diversas facetas del arte, no sólo de la moda.

Su físico, opuesto al voluptuoso que se llevaba entonces, al estilo de Sofía Loren, Marylin Monroe o Briggitte Bardot, la convirtió en la primera top model. Pero no sólo rompía estas barreras, se encargó de derrumbar otras con su manera de vestir: minifaldas, medias de colores, botas de caña alta y todo en esa elegancia que abanderaba el estilo mod.

El estilo mod o modernista, no era más que el heredero de otros, por lo que su complejidad la hace ser una corriente, una forma de vida. Es más, hizo que surgiera el concepto de juventud, de adolescencia, tras la posguerra, pues, antes de ello, se pasaba, directamente, de niña a mujer. Lo cual conllevó también que fueran los generadores de la forma de ocio que ahora conocemos.
De esta cultura urbana dicen que reapareció en los 80 y 90 y que vuelve a estar muy presente en esta segunda década del XXI. Pero, realmente, nunca ha desaparecido desde que naciera en los 60. No se ha ido y jamás lo hará, pues es estilo en sí mismo, por lo que nunca pasa ni pasará de moda.

El que surgiera en torno al culto de ciertos grupos de música como The Knack, The Jam, Thee Clash o The Who, enfocó esta manera de vestir ligada al buen gusto, de un claro acento elegante, el que el traje de corbata fina, con botines de bolera o unas Dr. Martens y parkas verde cola de pez, para ellos, o los vestidos rectos para zapatos Mary Jane con rebecas, polos y abrigos cruzados para ella, dibujan el estilismo propio de esta tribu urbana que se acompañaba de flequillo recto y melena a ras de mandíbula con abundantes patillas, si eras mod, o corte Bob, si eras modette.

Así, una vez realizado este repaso, es fácil comprobar cómo ha ido dejando huella en cada uno de los diseños de Rocío Ballesteros. Haciendo de Biba, sin pretenderlo, una continuación de su colección anterior versada en un textil como el plástico, pues fue, precisamente, la etapa adolescente y esos últimos instantes de la infancia los que guiaron los bocetos de aquella colección. Inspirarse esta vez en la forma de vivir de los mods, creadores de la etapa adolescente, no hace más que ampliar la fuente de creativa de Rocío Ballesteros, que aún quiere y tiene mucho por contar de estos maravillosos años.

Mira cómo emplea el corte minifaldero y el toque aniñado que siempre encuentras en su colección eligiendo un tejido como el cuadrito vichy, con el que te toparás más veces entre sus propuestas. Para este estilismo, idea una cazadora con mangas victorianas de puños abotonados que deja entrever el arco iris que ilustra la camiseta.

Los botones son otros de los elementos que ganan privilegios en esta colección, consiguiendo aquí una doble función: la inherente y principal, abotonar cierres, y la secundaria, decorar, mientras ajustan puños a las muñecas o entallan vestidos a la espalda.

Las mangas ranglán con fruncido para crear volumen que ha diseñado en esta colección merecerían un artículo aparte para ellas solas. Un clásico patrón de los 60, propio de cazadoras, sudaderas y camisetas, aquí lo glamouriza con el fruncido que aporta a las mangas y el tejido de neopreno que emplea para aportar cuerpo y forma redondeada. Consigue así dar forma a una prenda que, basada en el estilo deportivo, se sale de ese cajón para pasarse al de los estilismos versátiles a medio camino entre lo casual y lo chic con la ayuda del pantalón capri de pata de elefante y encajes bebé en el bajo.
Este tipo de manga la repite en otro look de lo más Lolita, en el que las transparencias para shorts de media pierna en tonos cálidos se rematan con cuello mao, recreándose en la lazada.

Ese estilo Lolita también se reparte entre las creaciones de Rocío Ballesteros, de nuevo con sus mangas estrella y también si ellas, más abullonadas y ochenteras. Y todo respondiendo a esa influencia mod que vestía Twiggy con vestiditos rectos a lo Balenciaga combinados con calzado de tacón cuadrado.

Es un aire sesentero adorable que le hace perfecto y atemporal, pues te embellece sin marcar. Vaya, que es de esos diseños que nunca salen del armario para el trastero.
Junto a las ranglan y jamón, la diseñadora opta por incluir también otra de las tendencias de temporada: la manguita bebé, que refuerza ese romanticismo del que gusta hacer uso en un tono cuarzo que se raya con un puñado de líneas en otros tonos a juego.

Sencillez impuesta en estos vestidos que imagina que consigue romper sin brusquedades y con coquetería haciendo uso, por ejemplo, de pequeñas carruchas distanciadas con exactitud para trazar líneas horizontales, con el propósito que sea ésta una forma diferente de customizar un vestido.

He aquí como esa Lolita transgresora que es una chica mod, sin dejar de ser elegante, viste una solitaria manga abullonada encajada en una asimetría, donde el cuello mao se agarra a un lado con doble botón y el ablusado en la cintura consigue multiplicar la coquetería que destila esta endulzada propuesta de pantalón fluido.

En algunos de sus vestidos el bajo se remata con tablas verticales, dejándose entrever por un pareo cuyo mix coloreado de textiles rectangulares lo convierte en todo un capricho.

Este plisado, de lo más in desde hace un tiempo, se prodiga en varias prendas de la colección. Como en esta falda da tableada en rosa suave que vuelve a encontrarse con el cinturón blanco, uno de sus complementos imprescindibles para sus nuevos looks, combinado con cuerpo de cuello babero y manguitas con volumen en hombros.

Recurso textil que también veremos en otras propuestas, como la de un vestido largo en tono pistacho y la de chaqueta, un básico entre la indumentaria y también tendencia de la temporada. Aquí la integra en un traje sastre de tono vainilla alimonado, que se reinventa en manos de Rocío Ballesteros con tablas en vez de los típicos bolsillos, y un solo botón a la altura de la cintura.

Novias de Rocío Ballesteros
Y se despedía Rocío Ballesteros con una sorpresa compuesta de tres vestidos para dar el ‘Sí, quiero’. En principio sólo iba a diseñar uno, pero a medida que iba haciéndolo el gusanillo de crear más le llevó a hacer tres. Lo cual nos ha dado una visión más completa y en primicia, pues ha presentado novias por primera vez en su desfile de esta colección en la Pasarela Code 41 Trending. Sorpresa que me ha sabido a poco, pues, está visto, que todo lo que imagine Rocío Ballesteros resulta ser bonito.

Los tejidos empleados son de caída dulce, en blanco roto y con algún que otro punto de color o encaje. Y en su línea de minimalismo afrutado y jovial, pero con un enfoque algo más clásico, realizando tres diseños totalmente distintos entre sí, perfectos para diferentes formas de verte de novia.
Para todos ha hecho uso de la cola, dejando la más usada y pequeñita para el primero que nos presentaba en corte princesa y con cintura plisada en verde. En un diseño heredable que recuerda a aquellos que reinaban en las bodas de los 80 pero en una versión mucho más suavizada y atemporal con mangas globo y cuello caja sin necesitar nada más.

En el segundo diseño la cola es llamada de panel, pues nace de la cintura, pero aquí lo hace con singularidad. Efectivamente es desmontable, tal y como suelen serlo estas colas, pero es de las de un ‘quita y pon’ bastante fácil y rápido debido a que surge de la chaquetita a la cintura que combina con el vestido. Vaya, no tardarás más de 5 segundos en quitarte la cola, si lo necesitas.

Y el tercero, con el que casi cerraba su presentación, pues ella, Rocío Ballesteros, vestía el diseño número 21 de la misma, llevaba una cola watteau, pues no sale de la cintura sino de la espalda, y se prolonga un poco más la que del propio vestido en encaje de hilo, reposando sobre la primera. Si no quieres llevar velo esta opción es de las más acertadas.
En este diseño de novia clásica, corte básico y, una vez más, atemporal, se resuelve con detalles al contraste como el plisado en verde de la cintura y otros tantos que se añaden para destacar, para que sobre la cola del vestido repose una segunda de encaje de hilo.

Además de constatar lo bien que se le dan a Rocío Ballesteros las novias, la principal lectura que nos deja su nueva colección Biba, es la de asunción de un estilo british-sixties como el mod, que ya revoloteaba por sus diseños y que ahora se han hecho un poco más de hueco. Algo que no es de extrañar, dado que este modo de llevar ropa siempre ronda a la moda y a los armarios, por lo que suele verse con frecuencia en el street style. Todo ello dice mucho también de la filosofía de la firma y del enfoque que pretende darle a sus prendas, a las que desea años de existencia con esa habilidad que pocas tienen de amoldarse a las tendencias que van surgiendo y que caracteriza a la moda mod.

De esta manera, puede decirse que su firma progresa igual que lo hizo esta corriente sesentera, que no apareció de repente, sino que evolucionó desde anteriores grupos urbanos para generar otro que incluyeron valores sociales predominantes de los 60, como la cultura del ocio. Y es así como le sucede a Rocío Ballesteros, dejando que su interior se exprese y salga de una vez por todas a crear en la manera que le apetece, resultando ser algunas de sus ideas coincidentes con esas pinceladas que definía a la elegancia del vestir mod. Pues la moda, al fin y al cabo, es una manera de entender la sociedad, de parcelarla y de darle voz a través de las prendas que imaginan diseñadores como Rocío Ballesteros.