Carmen Fitz es una de esas diseñadoras en peligro de extinción por aquello de su fertilidad creativa. Lo que para algunas puede suponer un tramo de peldaños cada vez más altos, para ella simplemente es el paso a la siguiente colección. Inconformista y perfeccionista, se ve que este año le ha sabido a poco presentar algo más de una treintena de trajes de flamenca en enero y se atreve con una segunda, no tan amplia y sin esperar al verano, como sí hiciera en el 2016 en la Pasarela Vejer.
Aunque viene a ser más bien una ampliación de su colección ‘De colores’, esta docena de trajes que presentó el pasado sábado en la Pasarela Doñana D’Flamenca, bien pueden acentuarse de nueva dado que les imprime matices diferentes.
En su ya marcado estilo de flamenca clásica con aires renovados, sus propuestas flamencas se vuelven aquí más frescas y ligeras, pero con sus complicaciones de siempre. Ésas de las que tanto uso hace y pasan inadvertidas para algunos pares de ojos, aunque resultan imprescindibles en un Carmen Fitz.
Esta vez no recurre a los lunares vinilo, ni tampoco deja que sean los de punta de alfiler los que se adueñen de sus flamencas. Se pasa a los moteados sin fecha de caducidad y los reparte por sus estilismos en uno o dos tonos, pero contrastando unos con otros con el colorido que les circunda. Así hace mix and match, mezcla de tejidos, para entendernos, tanto en el talle como el vuelo canastero de sus primeros modelos vistos en esta pasarela.
Comenzó su paso por Pasarela Doñana D’Flamenca con un talle alto, no demasiado, sólo hasta las caderas para acentuar la cintura y cuajarlo de volantitos pequeños rematados con encajitos al tono. Guardando ese compás de colores en cada volante al hilo, lo aplica de igual manera al talle como si fueran rayas de lunares… ¡¡Me encanta!!
Las mangas también se volantean pero se quedan cortitas, como ésas que se llevaban en los noventa, ¿recuerdas?
Tras él un María de la O, como dirían cualquiera de nuestras abuelas, pero con ese vuelo que cae con suavidad para abrirse llegando al suelo y que, al moverse, se ondula hacia arriba con elegancia. El mismo juego de la falda se repite en las mangas, quedando en estas canasteras que tanto se están prodigando esta temporada. Y para este negro de moteado en blanco roto un mantoncillo en coral y celeste con lunares también en igual tono y tamaño, agarrado con broche, recuperando así una pieza algo en desuso últimamente.
Entre mis favoritos este canastero clásico, pues presentando en Huelva contar con ellos, entre las propuestas flamencas, se torna imprescindible. Realizado en uno de esos tejidos que no pesan, el georgette por el cual tengo predilección ya que, además de su caída dulce, es de los que necesitan poca plancha y cuando se trata de dar calor con metal a los tejidos, cuánto más fácil y agradecidos sean, mejor.
De nuevo juega con los colores para esa armonía estética que tan bien maneja, resultando un capricho flamenco como el que vimos.
Pero las flores también se estampan flamenca en sus manos, como única protagonista del traje o compartiendo estrellato con los circulitos flamencos, pero de los que son más bien pequeñitos. En esta colección tampoco ha hecho uso de talles setenteros, por lo que todos los vuelos de capa surgen de nesgas, de piezas que van ampliando el vuelo de la falda conforme se acerca al bajo del vestido o, simplemente, de faldas de capa. Entre sus colecciones este tipo de diseño siempre está presente y le da mucho juego para sus diferentes interpretaciones de la colocación de los volantes, inclusive los que imagina en vertical que quedan como pequeños capullos en flor pegados unos a otros.
En este traje, la manguita se reduce de tamaño, pasando a ser discreta y hasta el codo.
En este otro, pasan a engrosar en volumen, de nuevo canasteras, para siluetas marcadas hasta las caderas y desprendida de la piel a partir de ahí. Puede que en la imagen no se aprecie bien, pero el amarillo del tejido es tendente al azulado gracias a la semitransparencia del mismo. Así, reduce su intensidad y lo acompasa con el azul índigo del moteado. He aquí otro de mis favoritos en su colección.
Como ya os he comentado antes, Carmen Fitz también mezcla lunares y flores en algunos de sus diseños, una de las tendencias de esta temporada 2017, y en esta colección ejecuta esta combinación en este traje de lunares naranjas sobre rojo en un corte básico y clásico canastero.
Al tiempo que desfilaba este traje, una novedad entre sus estilismos. Se trata de un vestido sin cremallera que se ajusta a la cintura con lazada de igual manera que lo haríamos con un kimono. Se completa con unas manguitas pequeñas, de volantitos menudos sin desnudez, pues Carmen Fitz busca que sus volantes embellezcan estén en la postura que estén, dejando aquí que éstos muestren flores en caso de rizarse hacia arriba.
Como no podía ser de otra manera, viajó hasta Almonte con un par de estilismos rocieros. De camiseta. Sí, has leído bien, de manga corta y de volantitos al estilo carrucha, para combinarse con falda hasta la rodilla o midi, recordando el estampado de una de ellas al propio de la cerámica andaluza.
Cerró con tres trajes del que aún conservo, y conservaré, en la retina por cómo se movían en la pasarela. Con éste directamente quedé boquiabierta. Es un traje de flamenca muy flamenco, y valga la redundancia, de esas inversiones propias de los Millenials a los que les gusta hacer acopio de prendas sin fecha de caducidad. En los tres tonos feriantes por excelencia, Carmen Fitz usa el negro como lienzo sobre el que ir dibujando el resto. Los lunares se agrandan un poco y se diseminan por el talle en blanco, abriéndose el vuelo de cara a los volantes que parecen jugar al despiste pues, según quieras mirarlo, se les puede considerar enaguas que asoman o, sencillamente, la sucesión del resto del vestido hasta besar el suelo.
El rojo lo usa aquí, rematando el largo y alternándose en la manga corta con otros en negro de vivos encarnados, dispuestos en paralelo, sin taparse, dándole un aspecto alargado a la manga flamenca y no el típico acampanado.
No me canso de mirarlo…
Tras él un negro de volumen desmesurado, lo que sería un María de la O en toda regla, con madroños cosidos al hilo en cada tramo canastero, conformando así uno de esos trajes en los que el uso del tejido se vuelve generoso y se acompaña bien, en equilibrio de volúmenes, sin contrastes chocantes, con una manga larga de puños canasteros que continúa la misma diversión colorista sobre el plumeti empleada en el talle.
Acababa con un blanco moteado en negro, reduciendo el coprotagonismo del rojo a resaltar los vuelos y las enaguas, añadiendo encajes a los volantitos, detalle propio de la firma. La silueta muy femenina, de la que se contornea con las puntadas flamencas, y con el sello inconfundible de los vuelos de Carmen Fitz.
Tras su desfile recibió la felicitación de un maestro en moda, incondicional de la moda flamenca y de sus diseños, de Tony Benítez, además del reconocimiento del Ayuntamiento de Almonte por su presencia en la pasarela, obsequiándola con una placa de la que le hizo entrega la propia alcaldesa.
¿Qué os han parecido los nuevos lunares de Carmen Fitz?