Flamencas hippie chic, estampadas y aguerridas caben en una misma pasarela flamenca. Con las primeras, con las bohemias de corte glamuroso, comenzó la última edición de We Love Flamenco. Fueron las encargadas de contar la historia de Aurora Gaviño, ayudadas por cachitos de plumeti, de cordoncillos, de carruchas y de tiras bordás. Sin ellas nos faltaría parte de esa variedad de contrastes que, afortunadamente, encontramos en flamenca. Así, las dulces y románticas de Cloe, de estampados delicados y lunares lenteja, más bien tirando a pequeñitos, contrastan con las aguerridas y valientes que se pasean del Oeste al Este, viceversa y adónde se tercie, vestidas de Rocío Peralta y equipadas con mantas de vaca, plumas indias, botos y cinturones de montar.
Estas son algunas de las disparidades que podemos encontrar en cualquier tarde de We Love Flamenco, de ésta y de cualquier edición, en las que priman las clásicas, las flamencas de toda la vida, y otras no tanto como las de aires goyescos imaginadas por Justo Salao, quien descubrió agujas flamencas como las de Ángeles Verano y quien también vistió a personajes del mundo del artisteo de bastante renombre.
En esta pasada edición se le rindió tributo a su trayectoria en flamenca. Fueron Lola Tejada, Esperanza Bermudez y Pastora Galvan figuras del baile flamenco, las encargadas de dar vida y movimiento a algunos de los trajes más simbólicos de este diseñador que pudieron verse en pasarela.
Trajes por los que no parece pasar el tiempo, dado que sus vestidos están de más actualidad que nunca. Fíjate como se está subiendo de nuevo el talle en los trajes y como también se están metiendo más metros de tela, por tanto, se está retomando estilos de otras décadas desde hace un par de temporadas, al menos. Así que sus joyas de volantes fruncios están más de moda que nunca y son fuente de inspiración.
Entre sus canasteros te topas con batas de cola, trajes de flamenca para espectáculos y otros tantos con menos empaque y más para pisar alberos feriantes. Pero de todos, me quedo con los de goyescas, quizás por la falta de costumbre de verlos y por la singularidad de trajes con chaquetilla cuajados de pedrería facetada y con doble vuelo en tul de seda. Como anécdota durante su desfile, la espontaneidad de María Jiménez, sentada en front-row junto a Toni Benítez, fue la protagonista del mismo durante unos minutos, pues sus pies le obligaron a seguir los pasos de las bailaoras que desfilaron.
Y al otro lado de una trayectoria como la de Justo Salao, aquellas de los que aún han punteado poco. La de cualquiera de los emergentes que se aglutinan, cada año, en el certamen de noveles, al que llegan tras pasar varias selecciones. Mis favoritos, antes de celebrarse la final, fueron Berto Ganfornina, Purificación Abad, Marta Arrola y Jonathan Sánchez. Tras ella, no es que dejaran de serlo, sino que sumé un par de ellos más: Amalia Vergara y Lucía Herreros, que consiguieron sorprenderme con respecto a la semifinal. ¡¡Bravo!!
En la final del certamen de noveles de We Love Flamenco sólo se premia al ganador, no existe ningún otro premio adicional tipo mención especial ni nada parecido. Al afortunado se le agasaja con tener su propio desfile como profesional para la próxima edición de We Love Flamenco, obsequio del que disfrutará Jonathan García en el próximo 2017 quien, a mis ojos, mereció, y mucho, este premio. Presentó una colección muy variada, heterogénea, pero que encajaba como un puzzle perfecto, a pesar de todo, siendo cada pieza fundamental para una correcta comprensión de su estilo, muy ligado a las tendencias de temporada.
Pero volviendo a esas flamencas que imagina Aurora Gaviño, con ‘Cachitos de mí’ se daba inicio, de manera oficial y al son de un cajón flamenco, a la pasarela We Love Flamenco, donde, junto a ella, más de 60 firmas presentaron sus propuestas. Sus flamencas dulces y coquetas siempre tienen ese toque hippie chic, por eso no faltan sus volantes pañuelo sin olvidar de darle espacio al fruncido pequeño y menudo para abigarrar faldas canasteras. Sus señas de identidad, como el crochet para chalequillos sin mangas o sus boleros de seda con parches de tejidos brocados en oro formaban parte, como siempre, de su flamenca feriante.
Permitidme que destaque cómo elabora mangas en cascada de volantes, de menor a mayor tamaño, colocados desde poco antes de llegar al codo, en uno de sus tejidos favoritos, el encaje, y en el tono que ella sabe manejar como nadie el beige suave, que endulza a la flamenca con toque romántico, con el añadido de poder disfrutarlo mientras de fondo se escuchaba la voz de la soprano Juana Castillo.
Las suyas dejaron paso a otras flamencas llenas de plumas, de las que se calzan botas y cambian el mantoncillo por la piel moteada, los tacones por los botos y los collares se revisten de piel. Y todo para dar empuje a la rebelión de Rocío Peralta, que toma del otro lado del charco su inspiración para crear a una flamenca con garra, con los lunares de siempre, en tonos fuertes y atrevidos, salpicados de mantoncillos bordados sobre verdes y fucsias, atados a la cadera, jugando con la algarabía de colores. Vamos, la flamenca alegre de toda la vida. Retoma los añorados pasacintas, aquellos que fueron imprescindibles antaño y que se relegaron durante este tiempo al uso en los vestidos de niñas. Se atreve a conjugarlos con sombreros cowboy, chalequillos de flecos y hasta plumas de jefe indio. Así tomaba forma su colección ‘Del Oeste hacia el Sur’.
Pero ya es sabido que We Love Flamenco gusta de llevarte de un lado a otro de cada volante, para que tus sensaciones cambien y varíen conforme te va mostrando las distintas maneras de colocarlos. A veces con contundencia, otras más suaves y, a menudo, como siempre, como marcan las normas del vestir de flamencas maneras. Así, Cloe o lo que es lo mismo, Pablo Retamero y Juanjo Bernal, prodigaban sus creaciones por las tablas del salón Real del Alfonso XIII, que no serán ni los primeros ni los últimos textiles florales que verán.
Con el empaque necesario y sobrado, dieron forma a cada uno de los diseños que pudieron verse. Que no hicieron más que ir conquistando miradas, pero de aquella manera que sólo consiguen ciertas firmas. No es alocado pensar, tras ver sus propuestas flamencas, que optamos por el camino fácil, pues mejor que elegir, si se pudiera, sería preferible no descartar ninguno. Por eso, me resulta obligatorio aconsejar incluír su dirección en el paseíllo anual de búsqueda del traje de flamenca perfecto para la primavera correspondiente.
Lo cierto es que a veces me siento hippie, otras más romántica y bastante a menudo guerrera. Me vestiría de todas. Pero, ¿y tú? ¿Cuál prefieres? ¿Qué flamenca es la que mejor te refleja o te gusta: hippie chic, estampadas o aguerridas? Cuesta elegir, ¿verdad?