Su concepto de la palabra moda y su amplio y vasto conocimiento de la misma, propician que te encuentres en manos de una mente donde se cuecen ideas que, realmente, llegan para renovar el panorama de la indumentaria, saltando sobre los convencionalismos hacia una manera de vestir eminentemente cómoda, sin estridencias, a la par que provocadora, pero en el más puro sentido elegante, ya que busca y consigue en nosotros esa reacción que hace que la prenda no se limite a la mera función de tapar el cuerpo.
Es la moda asiática, el estímulo permanente de la firma de tintes minimalistas y sobrios, la que se deja llevar en esta colección sin nombre por otros taitantos alicientes que inspirarán los nuevos diseños. Pues su Composición nº4 no es más que una continuación de la anterior, una nueva forma de expresión, guiada por la que le precede y, a su vez, base de la que le suceda. No hay punto y final, sólo un punto y seguido o un punto y aparte del cual partir para seguir narrando su historia en la moda.
Relato que, de momento, se ha coloreado en negro, en blanco y en algún que otro tono que se ha colado también, como el amarillo en esta temporada. Sin olvidar el azul, pero en su acepción intensa, oscura, apellidada marina. Pues, sobre todo éste color, el favorito de Castillo, es tan intrínseco a la marca que si no existiera lo inventaría para sus puntadas de moda. Veremos el uso que da del azul marino en sus diseños, del cual acabarás enamorándote por su culpa, pues hará que lo adores como él lo hace. O al menos aprenderás a mirarlo de otra manera. De hecho, si cuando acabes de leer este artículo optas en tu próximo estilismo por incluir el azul marino recuerda que te lo advertí.
Toda esta filosofía, de colores e influencias de moda, que rige a la firma en cuanto a patronaje y paleta cromática, se mezcla ahora, en Composición nº4, con el ambiente ecléctico y fiestero de los años 70 y con la mujer negra sin prejuicios que, a regañadientes del resto, va liberándose de la opresión de la época. Esos estampados imposibles que siempre te han chirriado a la vista, el glitter por doquier, el talle alto para pantalones asfixiantes que marcan demasiado, para ellas y para ellos, y las exageraciones, mires donde mires, como pueden ser los mega pendientes, los volúmenes en la ropa o el boom de las pestañas postizas en los 70, inundan de reacciones en cadena a todo aquel que lo presencia y es eso, precisamente, lo que ha querido captar y transmitir Castillo en sus diseños.
No ha pretendido ser un fiel reproductor del vestuario setentero, sino un evocador sutil del mismo que, alimentándose de esas sensaciones que produce esta década, te ha imaginado en una visión retro mejorada, donde el minimalismo y elegancia se apoderan de la misma para dar su propia versión de ese feísmo de los 60 – 70.
Según la RAE, el feísmo es una tendencia artística o literaria que valora estéticamente lo feo. Según el mundo de la moda, es el nombre de una tendencia que va buscando provocación más que otra cosa y que, actualmente, convive con otras tantas, dispares entre sí, que propugnan el usar y tirar, la protección medioambiental, etcétera. Quizás ese ‘fast fashion’ que se está cargando el planeta que defiende no más de 3 a 6 usos de la prenda, sin importar ni calidad ni diseño, sea la más controvertida ahora, después de varios años imperando en moda, gérmen, además, de los instagramers. Y puede que sea una de las muchas razones originarias de esa otra tendencia, esta contramoda, este feísmo, que se decanta por una estética reactiva, que espanta y peca de mal gusto a lo Rosalía y que busca la viralidad en redes. Pero, ¿es la belleza textil de Castillo realmente así?
¡¡¡Noooo!!!! Un rotundo y sonoro no. Y he ahí su virtud; una de sus muchas. Pues su capacidad de no quedar atrapado en ese feísmo, que sólo queda bien en foto para cazar likes en redes, y convertirlo en otra belleza alternativa, inspirada, pero diferente, de buen gusto, demuestra que el estilo urbanita al que lo aplica, en el que usa el retro actualizado del que tanto gusta, se vuelve vanguardista. Ofrece así otras maneras de vestir sin configurar esperpentos a la vista ni extravangancias incómodas, liberándote de encorsetamientos y convencionalismos. Por lo que, claro está también, la contrapartida es no obtener esa consecución fácil y rápida en redes que haría de la marca un punto de referencia. Es lo que toca sacrificar si no quieres que el feísmo te engulla.
A pesar de ello, en cierto modo, el feísmo puede que te conquiste parcelas de tus dominios. Aunque no me queda muy claro si ésas, en lo que respecta a Castillo, pueden ser la mezcla de ciertos tonos. El caso es que combinar algunos de ellos siempre han despertado animadversión e inspirado frases hechas como ‘el negro y el azul nunca van bien’, ‘ el negro no va con todo’ ó ‘eso no pega’. Y es que todo aquello que a ellas les chirriaba, ahora despierta admiración en pasarela. Bueno, mucho más en redes, el eco oficial y virtual de estos encuentros con la moda y en las que el hastío y/o aburrimiento llega demasiado pronto, haciendo que triunfen tendencias como ésta, el feísmo.
Lo cierto es que nadie puede decir con rotundidad que nunca, en toda su vida, no haya combinado estos dos tonos que, además, se refuerzan en estilo cuando están juntos. Por lo que esta influencia que atrae contrastes está en nuestras vidas desde hace tiempo, aunque no lo notemos. Ello junto a las propias preferencias tonales de la firma, hace inevitable que en la colección de Castillo ambos colores no sólo se lleven bien una vez, sino que se casen continuamente en sus estilismos.
Y si no mira este abrigo, usado aquí como vestido, es perfecto para otras propuestas como con pantalones pitillo y taconazos o conjuntado con palazzos de perneras XXL, precisamente en uno de los looks de Composición nº4, para llevar con deportivas, además de otras tantas que se me ocurren, ya que es una de esas prendas considerables en 1000 maneras.
Castillo, pues, no sólo evoca en sus diseños un feísmo actualizado, sino que se desmarca de ese ‘usar y tirar’ tan anclado en las nuevas generaciones, aborrecido por nuestras propias madres, con una conciencia más protectora de los recursos que nosotros. Les parecería abominable y cuestionable incluso a nuestras abuelas esa regla de utilizar poco más de media docena de veces y desechar, abrazando esas otras nuevas tendencias que propugnan un menor consumismo.
Además de esta dualidad colorista, contradictoria y necesaria para contar su moda, hace uso de la maximización del volumen, alargando mangas más allá de la punta de los dedos, cuadriculando hombros que se proyectan hacia los lados, bonificando en metros textiles las tallas que no pierden su identidad gracias a los cinturones de hebilla, o dejando que las mangas cortas caigan dobladas hacia arriba, más en consonancia con el estilo ochentero que de la década anterior.
Todos estos elementos retro los actualiza con la ayuda de otros. Y no sólo cromáticamente, olvidando esa etapa del siglo XX en la que el color vibrante y la osadía en estampados estaban en boga, sino en aspectos como cortes y caídas de tejidos. Escogiendo tanto aquellos con cuerpo, que dulcifica desajustando de los talles y superponiéndolos en cada look, como esos de languidez suave y romántica. Juega también de igual manera en los estilismos, vistiéndote por capas a la japonesa o dejando aberturas interminables para textiles que acarician la piel. Conformando, entre unos y otros, su propio estilo, su particular interpretación de los 70, concreta y muy personalizada, en esta Composición nº 4, sofisticada, urbanita y heredable que pudimos ver en la pasada edición de Code 41 Trending.