Ayer finalizó la III edición de la Pasarela Doñana D’Flamenca, siendo el domingo el más variado en cuanto a la diversidad de desfiles, pues se contaba en el programa tanto con firmas profesionales, como con noveles y un desfile colectivo para dar cierre a estos tres días de lunares y volantes en Almonte.
La mañana fue la reservada para las nuevas agujas flamencas, tanto para los 16 aspirantes como para la ganadora de la anterior edición, Lucía Herreros, que trajo hasta aquí su colección, la cual ya pudimos conocer con anterioridad en Sevilla.
Dado el enfoque y el objetivo primordial de esta pasarela, la inspiración de estos trajes debía llegarles de esos instantes que impregnan el camino, de los momentos que viven los romeros al acompañar a su simpecado, al saltar la reja para estar más cerca de la Virgen del Rocío, ésos que también palpan los de la Virgen de Regla, la Virgen de La Cabeza, la Virgen de Santa Catalina, etcétera, pues conformar todos esos miles de recuerdos inolvidables que se aglutinan en cada peregrinar. De ahí que en este certamen sólo hayamos visto propuestas de moda rociera o romera.
Lo cual, unido a que sólo un traje de flamenca defendería el buen hacer del diseñador, se erigían como dos claras características diferenciadoras del respecto a las bases del certamen del año anterior.
Comenzó en tono clásico, pues la propuesta de Alejandro González se dibujaba en canastero de escote pico sobre tono vino y vuelo estampado.
A medio camino entre clásica y amazona el diseño de Inma Benicio, que presentó hace poco más de una semana su colección en Jerez y, poco después, en Emprende Lunares.
La que sí se ciñó a la línea de amazona fue Rocío Romero, pero en una satén de seda blanco con un detalle floral en la falda.
Pero el estilo que realmente inundó la pasarela de Doñana D´Flamenca fue el de los setenta, este continuo revival que nos está dando un sinfín de diseños de los que enamorarse. Como el del propio Juan Manuel Delgado, irresistible para el jurado, pues añadieron al premio ganador una mención especial que recayó en él. A lo Frida Kahlo, Juan Manuel ideó este vuelo infinito y canastero de lunares que se paseó, en tono dulce, por la blanca pasarela.
De lunares también, pero en dos tamaños, el traje de flamenca de Laura Díez Romero, donde el top se cruza en el escote y se agarra a la cintura con un chal flecado que reposa en la falda.
El de Carmen Serrano se tiñó en amarillo, dejando que el minimalismo multiplicara la elegancia de este sencillo traje rociero.
Con Alicia Belloso, el estampado sobre azul eléctrico se resaltaba con ese volantito flecado en blanco sobre otro al tono, formando un vuelo acampanado de movimiento correcto al caminar. ¡¡Simplemente bello!!
El de Ana Peguero se dibujaba a mano en un dúo de tonos de los más socorridos en cualquier evento romero o feriante que se tercie. El rojo y el verde, dejando los lunares para el talle y las hojas para el vuelo.
Sería el de Sandra Pozo el que volviera a rebosar de color la pasarela, en esa combinación de la temporada que se postula como tendencia cromática para el 2018, el rosa y el rojo, con un diseño que, aunque pueda parecer un corte imperio, no lo es. Consigue ese efecto gracias al el vuelo desmesurado y al doble largo de la falda. A destacar las carruchas superpuestas a hombros que añade a sus mangas desnudas de volantes.
Isabel María Cansino optó por dividir el setentero en dos. Camisa y falda, recreándose en mangas abullonadas, donde el volantito cae en cascada, con suavidad, y como mero elemento decorativo. La falda la dispuso en tres volantes, con talle algo subidito, muy al estilo de los ochenta.
Y por fin Slava, del que hace ya tiempo que no tengo oportunidad de verlo en pasarela, pues no se asoma por los desfiles, por lo que ha sido una suerte toparme otra vez con él. Su propuesta en blanco con detalles rojos, define a una romera elegante de pasacintas y detallitos coquetos, enfocado para esas tardes en las que toca engalanarse.
De silueta sirena, que cada vez se hacen más sitio entre las colecciones, también disfrutamos dos diseños. Uno en negro con el vivo blanco de Francisco Javier Maestre Álamo, cuya espalda de encaje abotonada era toda una sorpresa inesperada.
Otro en buganvilla y también negro. Con volantito tamaño carrucha desde la cintura, y camisa moteada tamaño galleta pero en negro, se decoraba con un símil a un chalequillo de madroños super XXL. ¡¡No me puede gustar más Ariadna Castizo!!
Y como las romeras no deben perder glamour para hacer el camino, este otro diseño romero en tonos tierra se dejaba recoger el vuelo de un par de volantes dobles, cada ciertos centímetros, dejando asomar enaguas rayadas, pero al tono. Y todo imaginado por Mara López Couture.
Ahora sí, fue el tercero en desfilar, pero yo me lo he reservado para casi el último. Hablo de Alvaro Baturone, el ganador de esta edición que vendrá en el 2019 hasta Almonte con una colección completa, pues ése es su premio. Su osadía cromática y su manera de mezclarla, equilibran ese estridente mix and match que se crea fusionando lunares, estampados, tonos índigo y fucsia, que se salpican de verdes, rositas, naranjas y hasta amarillos. Y todo encerrado en un estilismo rociero que se cuaja de volantes para un talle de los de siempre, más bien bajito, consiguiendo evocar, al moverse, ese algarabía que resulta ser el camino de día en plena primavera.
Presentó así un estilismo romero totalmente dispar de lo que ya conocía de él, pues participó el año pasado en SIMOF, edición que ganó José Raposo junto a Ángeles Gálvez, ésta como mención especial. En ese 2017 se basó en la obra de teatro El fantasma de la Ópera, usando una paleta cromática basada en negros, grises y rojos. Por lo que ha sido magnífico ver este 2018 cómo maneja el color.
Tan sólo me queda la creación de Vanessa Castillo, que sería quien finalizara el desfile con un traje de flamenca que ya ví a finales de octubre y que he podido contemplar de nuevo en reiteradas ocasiones, tanto en Sevilla como Jerez, en diferentes pasarelas. Se trata de un tres piezas, donde la falda se acompaña de top de tirantas que se cubre con una chaqueta al tono de la misma.
Los 16 diseños que pudimos ver, han hecho que este certamen de noveles Doañana D’Flamenca se distinga del resto, pues se acaba de convertir, tras su celebración, en el único existente en el que el traje rociero, el traje para romería, es el protagonista del concurso.
Enhorabuena tanto a Álvaro Baturone como a Juan Manuel Delgado por el reconomiento que recibieron ayer, el cual, estoy segura, que aún andan asimilando. Felicitación que extiendo al resto de participantes, pues todas y cada una de vuestras propuestas flamencas aportan siempre frescura a cada temporada flamenca. ¡¡Gracias por crear moda flamenca!!