Así llega su nueva colección. Y, de nuevo, el mar cobra fuerza entre sus vuelos. Esa razón de ser que le mueve y agita, que le enfoca hacia la búsqueda de la esencia flamenca. De la suya. De su lunar y de su volante para recrear su faceta más intrínseca y personal.
El azul escogido, pues, es más que una tonalidad apodada marroquí a la que llaman Majorelle. Es fuente de inspiración y origen de sus nuevas propuestas. Recreando su faceta marina con este viaje por el mar que no la trae de regreso, la lleva a la otra orilla, a la africana que baña Marruecos. Y es allí de donde emanarán sus rizados al aire, con la vista puesta en el horizonte, en Zahora, su referente personal desde, por y para siempre.
Dicen que el azul Majorelle, tonalidad intensa, viva y purpúrea, cobró importancia en las primeras décadas del XX gracias al artista francés Jacques Majorelle, de ahí el nombre del color, que lo usó para pintar su villa de Marrakech, la que hoy se conoce más como la casa de Yves Sant Laurent, aunque nunca llegó a ser la residencia de este último. El diseñador de moda quiso conservar y perdurar la obra botánica iniciada por el pintor y gracias a él, hoy, podemos disfrutar del lugar.
Viene a ser este tono de cobalto, por tanto, memoria viva de quién le adjudicó importancia, como ya ocurriera con el tono de añíl azul Klein, que debe, también, su nombre a quién lo inventó.
Pues bien, este tono azul, y no otro, protagoniza el arranque de su desfile en Pasarela Flamenca Jerez, junto a otros verdes, guardando equilibrio y sintonía. Con ellos tintaba un suave oleaje de volantes, colocados en una espiral vertical que evocan, a la perfección, ese constante vaivén del mar sobre la orilla. Ese que transcurre con la mar en calma y que acompaña atardeceres anaranjados, tal y nos recuerda el mantoncillo mandarina calado de madroños en damero. Antojadizo incluso para momentos no flamencos.
Pronto aparece la ameba entre sus diseños, la mal llamada cachemir, cachemira o cashmere, pues, en realidad, así se llama un tipo de tejido de gran suavidad y ligereza, que mantiene el calor y produce una extraordinaria sensación en contacto con la piel. Por tanto, un tejido de lujo que tiene su origen indeterminado entre Babilonia y Persia, el cual se estampaba, en un principio, con Boteh, que en persa significa ciprés con flores, hasta evolucionar a la forma de lágrima que hoy conocemos, Paisley, la cual surgió en el Reino de Cachemira para los chales de los señores y llegaría a ser en el XIX un artículo de lujo en Inglaterra, aunque luego haya sido un símbolo hippie.
Con menos oleaje y sin perder esa idiosincracia anárquica que, a veces, le invade costuras, estampa en ameba esmeralda y ribeteada en ese azul Majorelle, un evasé de silueta perfecta y ajustada a caderas, que se abre con suavidad y elegancia hasta el suelo.
El negro es otro de los elementos que definen su nueva colección. Su inclusión ha sido todo un redescubrimiento de la diseñadora sobre su enfoque creativo, dado que, en un principio, no entraba en el planteamiento de la colección. En estos primeros diseños, lo limita al lunar negro, tendencia en flamenca, aunque lo veremos invadiendo todo el traje de flamenca. Aquí deja que los vuelos se dispongan zigzagueantes, tal y como se cortarían las olas que acarician la orilla en direcciones opuestas, descansando éstos sobre un solo volante en el bajo.
De aguamarina y con oleaje desde arriba, cayendo de hombros a tobillos, pasando antes por caderas, dibuja un traje de flamenca clásico y, a la par, atípico, dada la disposición de vuelos al aire. Sin faltar ese halo de romanticismo que da el tejido asedado y que la diseñadora consigue y persigue en sus creaciones. De manguitas cortas con volantes superpuestos y escote uve redondeado, muchos más dulce que el acostumbrado en recto, se me antoja vestido de fiesta para evento estival y nocturno con un sencillo cambio de complementos. Sin duda, uno de mis favoritos por esa versatilidad y doble uso que propicia.
A la gama de colores anteriormente relacionada, se unen rojizos, corales y fresas, tal y como el fondo del mar se pinta, pues, recuerda, que su nueva colección es un paseo por el mar que te lleva de un continente a otro.
Para estos diseños, el paisley, las burbujas de colores, pequeñas, a ser posible, dada la preferencia de Nuria Chaparro por el detalle discreto, como también lo son las cintas de terciopelo que encontramos en otros diseños y los tejidos lisos, marcan la pauta de gran parte de su colección.
Con estos elementos, enrosca volantes al talle, acentúa caderas y estrecha cinturas, introduciendo en estos trajes de flamenca un hilo conductor, necesario en toda colección, que será el mantoncillo, flecado del mil formas distintas, pero siempre guardando la monocromía del estilismo flamenco, incluso en bordados. Sólo con negros y con la mini colección de arranque de colección, éstos irán al contraste.
El rosa Barbie, dado que es el año de la muñeca, debía estar, pero Nuria Chaparro lo matiza. Esa búsqueda incesante de la elegancia lo lleva, como bien sabes, hasta sus colores y estampados. Aflamenca el tono con mangas ablusadas para puños victorianos y abriendo el evasé del traje de flamenca a medida que se suman volantes, conformando así un diseño con más volumen de los que nos tiene acostumbradas, cercano al vuelo clavel.
También hace uso de su volante encrespado, el que desafía al movimiento, que baja por el brazo y que combate con el aire tal y como lo harían las olas del mar en un temporal. Con tanta rabia y fuerza que acentúa flamencas, inspira y recarga de energía positiva a Nuria Chaparro. Mar sin el que su destino no tendría sentido.
Para la paleta de cálidos, adopta este año el amarillo, que combina con ocres, morados, azules y, por supuesto, el paisley que funde en otra gama cromática para resaltar esa viveza propia del tinte alimonado. Con vuelo fruncido en caderas y volantitos coquetos al hilo, hace hueco al tejido de plisado menudo, que rescata e integra con glamour. Así cuaja bajos y mangas con este rizado luminoso y deja que el mantoncillo bordado y flecado haga efecto de asimetría, por aquello de encauzar tendencias.
Plisado del que también hace uso en un traje de flamenca que se desmarca del corte clásico, adquiriendo así versatilidad que le da un plus a esa diferenciación que ya posee el diseño. Llena el vuelo desde cintura con volantes pequeños y al hilo hasta llegar al suelo en esa silueta sirena que se deja ver, últimamente, por colecciones flamencas, dejando el talle para un juego óptico que le propicia el tejido plisado. Es ese efecto de drapeado en oblicuo que se alinea en mangas abullonadas en dos tiempos. Todo un deleite del costureo para la mirada flamenca.
No se olvida del canastero, el que ya no vemos tanto en pasarela, pero que se encuadra en la categoría de flamenca clásica. Estas canasteras maneras las emplea con volumen y estampa de goteo hippie y también las versiona en degradé tintado de Sol para este textil dúctil, pero con cuerpo, de movimiento dulce y elegancia coqueta que tensa costuras atemporales y heredables. Y que remata el puño en flor. Detalles que apuntan a ese estilo personal que, en esta segunda colección, ya muestra la diseñadora.
Justo aquí nos demuestra que salir de la zona de confort es obligado y necesario, ofreciendo la oportunidad de explorar, aprender y recrear elementos, propiciando mangas como ésta, para la que Nuria Chaparro imagina, en un largo de tres cuartos, una pareja de mini volantes que la renta, sintonizando en escalón en hombros con una cascada que vuelve a aportar ese toque sorpresa de la creativa.
Pero sus negros no todos son absolutos, algún lunar blanco, pequeño y simétrico y estampados amebas en oro y plata se prodigan por sus propuestas de rebeldía geométrica, con volantes que surcan mangas y talles, cortes de media capa, de los que estilizan siluetas y rizados al aire al bies. Sin olvidar sirenas flamencas gobernadas por el volanteo de cintura a pies y que se armonizan con las mangas, consiguiendo que ambos vuelos, de brazos y falda, inicien a la misma altura.
Los puños se cierran y los volantes se enroscan hasta las muñecas, evocando así el zigzagueo del vuelo que vuelve a disponerse en un setentero de media capa en estampado ameba para mantoncillo en negro. Todo un broche en plata y oro para su segunda colección flamenca: Almizcle.
Así es Almizcle, la nueva colección flamenca de Nuria Chaparro, que no es más que la continuación de Zahora, su primera colección, a la que perfuma y colorea en modo intenso y para las que el mar ejerce de nexo. Naturaleza, colorimetría y sensorialidad, mezcladas en las proporciones adecuadas, originan volantes delicados, elegantes y atemporales bajo la mirada única de Nuria Chaparro.