Su nombre es corto y sencillo, sólo tres letras: Ana; su apellido también es pequeño, comedido: Morón. Su trato es afable, cercano, natural, sin complicaciones. Detalles que la describen, ésos que se palpan y se ven y que no simbolizan lo que imagina, aquello que no contemplamos a simple vista, lo que deja encerrado en su cabeza en exclusiva, para ella, pero sólo por unos meses, los necesarios para darle forma a su colección y ponerla en movimiento como cada año en SIMOF, tras sufrir su particular ‘Metamorfosis’ anual.

 

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Se deja llevar y el batiburrillo de ideas se complica porque ella quiere, lo busca y anhela, creando esos diseños de puntadas interminables, de volantes que se pasean a su antojo por el talle y coquetean con las mezclas de estampados y elementos flamencos y no flamencos.

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Sus trajes de flamenca pueden acompañarse del adjetivo barroco, pues los decora hasta hartarse a base de metros y metros de tela, pero no sólo para el talle y los volantes, sino para sustituir piquillos o ‘tiras bordás’ por carruchas generosas, de las que se vertebran por el traje y llegan hasta los hombros, a veces entreteniéndose, zigzagueando, otras acortando distancias, sin distracciones.

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Si en el párrafo anterior destaco su barroquismo, salta a la vista la obviedad que sus diseños se alejan de la sencillez y buscan otros recursos decorativos alternativos a los lunares y estampados florales sencillos, para, así, recurrir a flores bordadas en el tándem básico de color, haciendo mix match de tejidos, donde los lunares se dejan querer por las rayas, ésas que también entran en amoríos con otras mezclas geométricas.

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Aquí, en moda flamenca, donde lo redondo y la curva predominan, Ana Morón se atreve con las líneas para acentuar el talle, sin olvidarse de los omnipresentes lunares, imprescindibles allá donde haya volantes.
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Mariposas de Ana Moron en vestidos de flamenca

No se conforma con su patchwork de estampados, se atreve a mezclar mariposas y volantes para la primavera flamenca. Las pequeñas aladas de colores se adueñan de los puños y el vuelo, donde se reparten de forma salteada, quitando protagonismo al elemento imprescindible del traje de flamenca, apartándolos a pequeños rincones en los hombros, lo justo y necesario para colocarlos de forma plisada y superpuesta, aportando volumen.

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Ni siquiera los canasteros le salen sencillos, ni creo que tampoco intente el camino fácil. Ella los complica con chorreras de volantes diminutos en uve, invadiendo la zona acotada del vuelo canastero, desterrando los clásicos pasacintas y otros recursos fronterizos en costura para señalar donde finaliza el talle y comienza el revuelo. A todo esto, acariciado por flecos índigos del mantón bordado que se ciñe a la cintura.

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También coloca los mantones de otra manera no tan clásica, al bies para acentuar esa doble altura en el vuelo ladeado que te asegura unos bajos limpios a la vuelta de la Feria. Son de esos largos no sólo decorativos sino prácticos que provocan frases de aprobación por ingenioso.

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Ganas de saber qué estará ya dibujando Ana Morón en bocetos de su próxima colección, de cómo serán sus volantes y con qué tejidos nos vestirá para el próximo abril. Mientras tanto, hay que seguir disfrutando con Metamorfosis, su colección, la de Ana Moron en SIMOF 2015.

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